Te recuerdo mirando el mar en tú puerto, pensativa, distante, ajena y melancólica…
Siempre fue un misterio para mi tú mirada perdida en el horizonte.
Dicen que los ojos son el espejo del alma y a pesar de no ver en ellos maldad, reflejaban pena y mil misterios.
Me causo curiosidad cuando me contaste que una asistente social te quitó hace años a tus hijos y aumento mi curiosidad el que tuvieras tantas contradicciones en relación a ese tema.
Jamás te cuestione y nunca pregunte más de lo que quisieras contarme, jamás indagué en tú vida, a pesar de tener las herramientas para hacerlo.
Respeté siempre tú silencio y escuché cuando querías hablar.
Todos tenemos nuestros secretos, yo también tengo los míos…
Recuerdo cuando volviste a tú puerto y en las vacaciones al saber que pasaría cerca, no perdonabas que no pasara a verte.
Llegue una mañana con mi princesa a cuestas y sabia que tampoco perdonarías si no aceptaba hospedarme en tu pieza, como olvidar que todo lo que yo encontraba lindo, querías regalármelo, así eres, humilde… pero capaz de darlo todo.
Un día, hace unas semanas atrás, me llamaste de madrugada, es sabido por muchos que no apago jamás el celular, quien me necesite, a la hora que sea, siempre estoy disponible.
No podía escuchar bien lo que decías, tú llanto te ahogaba, tus sollozos salían del alma y querías que te escuchara.
Comenzaste contándome de tú madre, que quedo embarazada a los 15 años y su enamorado al saber que venias en camino, se fue.
Tus abuelos eran gente de campo y no aguantaron semejante deshonra y la casaron con el primer hombre que la aceptó en ese estado de gravidez, sin importarles nada.
Tú madre jamás te perdono a ti su destino, nunca te quiso.
Llorabas y no podía calmarte, me pedías entre sollozos que te perdonará… perdonarte que?
Me dijiste que no podías seguir mintiendo y continuaste con la historia…
Tú madre nunca te quiso y a los 12 años te vendió a una casa de remolienda… una casa de que? No daba crédito a lo que escuchaba, me puse a llorar, se me rompía el alma, quería estar contigo, abrazarte, cobijarte, pero estábamos tan lejos.
Han pasado los días, las semanas y tengo una pena muy grande, porque desde ese día no he podido contactarme contigo.
Confío en que estarás bien, como cuando un día descubriste que existía otra vida y no dudaste en fugarte de ese lugar para no volver.
Confío que estas mirando el mar y soñando con un futuro mejor.
Confío que el día que me necesites o extrañes me buscaras, sabes que estaré siempre aquí para escucharte.
Confío en que estas rehaciendo tú vida, tratando de ser otra, de olvidar…
No me importa tú pasado, me importa tú presente, me importa tú alma, tus ganas de progresar.
Para mi toda la gente merece ser respetada, no importando clase social, edad, educación, estudios, color, ocupación laboral, todos merecen ser escuchados… Todos merecen otra oportunidad